1. Justicia Social

¿Existirá una receta que sirva para remediar los males más comunes que nos aquejan? Llamo a tu reflexión al respecto para que saques tus propias conclusiones.

Pasan los días, más aún pasan los años y ¿qué se hace? Pareciera que nuestros políticos no aprenden de los errores ya cometidos por otros y se esmeran en cometer ellos las mismas faltas o peores, aplicando el dicho popular: Pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla.

Muchas veces les pedimos a nuestros hijos que nos escuchen y aprendan de nuestros errores ¡¿cómo?! Si lo que ven a su alrededor no es lo que predicamos y caemos nuevamente en el adagio popular antes señalado, ya convertido en un cliché en estos tiempos.

En los últimos años se ha usado hasta el hartazgo la frase “inclusión social” para el que menos tiene, pero: ¿se está logrando cumplir esta premisa? La mayoría de los programas sociales están preocupados por tener un sentido asistencialista, es decir dar, dar y dar. Sin embargo: ¿Alguien vela por la sostenibilidad de las iniciativas? ¿Alguien verifica que la inversión realizada cumplió su cometido y el beneficiario logró mejorar realmente su calidad de vida? ¿Qué ocurre después de un año?

Nuevamente haciendo la comparación con lo que ocurre con nuestros hijos durante su crecimiento: ¿Qué pasa cuando les damos de todo? Sabemos que ello no es bueno porque los hace pensar que se merecen TODO sin que les cueste NADA, no se les inculca una cultura del esfuerzo que les permita conseguir lo que quieren y así empiecen a valorar lo que tienen; y acaso cuando les damos algo, es ¿todo de un solo “cocacho”? ¡No, definitivamente no! Entonces ¿La solución es sólo dar? ¿Hasta dónde es bueno hacerlo? Sabemos que hay necesidad ¿Pero qué ocurrirá con estos hogares una vez que reciban tanto a la vez, después de no tener nada? ¿Alguien se está preocupando de decirles qué les tocará hacer a ellos luego? ¿Qué esto no será siempre así, que hoy el Estado vive una época de bonanza, que no siempre será así y qué es lo que les toca a ellos realizar a continuación para que esta situación sea sostenible?

Si nos quedamos sólo en el dar, entonces es populismo, es sembrar para luego cosechar votos. Pero ¿Cuál es el fin del Estado al “dar” al que menos tiene? ¿Ganar votos para la autoridad de turno? No realmente. Si lo vemos en positivo el fin primordial sería probablemente mejorar la calidad de vida de estas personas, OJO: eso no significa cambiar su esencia, ni su cultura, sino proporcionarle herramientas para mejorar su labor cotidiana y hacerla más llevadera (agro, ganadería, cocina, lavado, entre otros), que mejoren su salud y que por ende redunde en un ahorro para el Estado.  Entonces si el objetivo es mejorar la calidad de vida del que menos tiene: ¿Nos estamos preocupando realmente en que lo que damos cumpla ese fin? Esperemos que sí, y si no, les damos este granito de arena, para que se empiece a tomar conciencia de los objetivos reales del “dar” y se den las medidas correctivas que sean necesarias para que el aporte del Estado sea sostenible en el tiempo.

 

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